LA LIBERTAD DE LA MUJER
Primo Rojas 29 de octubre de 2021
1. Para las personas más jóvenes parece un cuento de horror. Hace apenas 100 años la mujer no tenía ningún derecho. Así fuera suya, por ejemplo, no podía vender su casa. Y si quería comprar una, aun teniendo el dinero, no podía hacerlo. Podía comprar naranjas, unas papas o unas flores en la plaza de mercado. Pero no podía comprar ni vender propiedades de finca raíz sin la autorización de su padre, de su esposo, de su hermano mayor o, en ausencia de los tres anteriores, de un tío o el cura párroco que actuaba como guía espiritual de la familia. Tampoco podía comprar un automóvil, por considerarse propiedad de mayor cuantía, pero sí podía comprar una panela. No podía viajar al extranjero, salvo en compañía de su madre, autorizadas las dos por el padre. No podía asistir a la universidad porque se consideraba que el cerebro femenino no estaba diseñado para el estudio, aun sabiendo que el filósofo más importante de Alejandría, la capital del mundo en el siglo V, fue una mujer llamada Hypatia, a quien el obispo de la ciudad, llamado Cirilo, mandó a asesinar porque la envidiaba, y la envidiaba porque su inteligencia desmesurada alteraba el orden de las cosas impuesto por el hombre. La mujer hace 100 años no podía tener relaciones sexuales antes de casarse, y si se casaba, podía tenerlas, pero sin desnudarse y sin ver desnudo a su esposo y mucho menos irle a coger el pipi por pura curiosidad. No podía salir sola a la calle a no ser que perteneciera a la plebe y lo hiciera en calidad de sirvienta. Salir sola de noche, podía hacerlo si era prostituta, es decir una mujer sin alma, sin moral, sin inteligencia y amiguísima del demonio, es decir, era una especie de anti-ser: no existía dos veces: no existía ni para la sociedad ni para el cielo.
2. Se consideraba afortunada, la mujer si el esposo no la golpeaba, sin importar su clase social. Tenía prohibido consumir alcohol, fumar y correr. Aquellas que de manera autodidacta se convertían en mujeres cultas, eran rechazadas por los hombres y aisladas por las otras mujeres. En Colombia, en un momento dado se hizo célebre en los estamentos jurídicos una demencial y brutal manera del divorcio. Amparados, los hombres, en una figura jurídica del derecho penal llamada “acto de ira e intenso dolor” asesinaban a su esposa y después alegaban haberla encontrado con otro hombre que huyó, por lo cual, presos de la ira y del intenso dolor, por su amor propio y honor ultrajados, no habían tenido otro recurso que pegarles un tiro, y en los tribunales esa declaración sin otra prueba, era suficiente para declararlo inocente. El novio de una niña debía ser aprobado por el padre, aunque, en la mayor parte de los casos, el padre se lo imponía. En fin, hace muy poco tiempo ser mujer era endemoniadamente difícil. La libertad es un derecho y don relativamente nuevos. La mujer es un poder mental y espiritual que apenas comienza a desplegar sus alas. En cuanto a los hombres, todavía es posible encontrar a algunos de ellos, en mitad de la noche, en una avenida solitaria, abrazados a un poste de luz, con la bombilla fundida, gritando un reclamo al cielo nocturno: ¡Señor, devuélvenos los privilegios! ¡Sin nuestros antiguos derechos, esto ya no es vida!
SOBRE LA INTELIGENCIA, EL AMOR Y EL HUMOR
Primo Rojas 29 de octubre de 2021
1. En mi niñez, uno de los errores más extendidos era confundir la inteligencia con la razón. La persona inteligente era una persona obsesivamente racional, y los que no lo éramos, no éramos inteligentes.
Una persona inteligente era como una especie de señor Spock sin su inteligencia y su encanto.
2. Creíamos que para ser inteligente debíamos crecer y volvernos unas implacables máquinas de raciocinio. En nuestro pequeño mundo de entonces los niños racionales e inteligentes, eran aquellos que nunca le decían mentiras a la mamá y le borraban el tablero a los profesores y nunca jugaban con los niños ordinarios en la calle.
Ser inteligente y racional significaba entonces ser un chupa-medias. ¿Y qué niño o niña inteligente quería lamer traseros para volverse inteligente de una manera tan irracional?
3. Vivíamos tristes por no poder resolver el dilema. Queríamos ser inteligentes, pero no queríamos besar traseros.
La adolescencia vino en nuestro rescate. Descubrimos que los chupamedias y lametraseros no eran inteligentes y mucho menos racionales porque no tenían novia y cada día se volvían más feos. Mientras los chupamedias recitaban de memoria las lecciones frente a los profesores, nosotros en los puestos de atrás besábamos apasionadamente en la boca y con lengua a nuestras condiscípulas (era un mundo machista), ahogados de felicidad en un torbellino de la irracionalidad más pura.
4. Cuando paramos de besarnos, comenzábamos a reírnos al escuchar la monótona voz del chupamedia de turno y ver nuestros labios hinchados y rojos y entender, en ese instante, que nosotros, a fuerza de besarnos, habíamos aprendido una lección más importante que la que estaba recitando el lametraseros al profesor como quien está delatando sus amigos a los miembros de la Gestapo. Habíamos aprendido que el amor, iba de la mano con el sentido del humor, como una pareja inseparable.
5. Todos nos enamoramos de la persona que después amamos, por dos cosas: su belleza y su sentido del humor. Es imposible separar esas dos cualidades. Donde hay sentido del humor el amor prospera, y donde no hay sentido del humor el aburrimiento y la tristeza en poco tiempo lo devoran todo.
6. El amor como el sentido del humor, más que hechos específicos, son actitudes frente a la vida y una vez asumidas nos acompañan todo el tiempo. Con lluvia o sol, las dos están ahí. En las horas oscuras como en las horas de luz, ahí están, y terminan convirtiéndose en una cualidad adquirida y perfeccionada que incorporamos a nuestro ADN como una tercera hélice para orientarnos en la vida.
7. La simbiosis del amor y del humor es la expresión más perfecta de la inteligencia. Todo amor como todo buen sentido del humor son por naturaleza inteligentes. Esa simbiosis nos preserva hasta donde es posible de ser estúpidos.
Esa simbiosis es el descubrimiento que mas humaniza al ser humano. Todos recordamos con desbordante sentido del humor el detalle más hermoso y más ridículo de nuestro padre y el regaño más repetitivo de nuestra madre.
8. Después del primer flechazo de atracción entre dos seres humanos, el enamoramiento comienza cuando se comparte una risa, pues a partir de ese momento la inteligencia comienza a crecer con la impetuosidad y delicadeza de una espuma liberada.
Mi mayor privilegio (suena egoísta pero no lo es) es compartir con las personas mi sentido del humor. A veces acierto, y es maravilloso. A veces encuentro las puertas abiertas de una generosidad impagable, la esperada bondad de una inteligencia que me deslumbra. Nunca he podido separar el amor del sentido del humor, como si estuvieran unidos por un sentido religioso. Dicho de una manera sencilla, ese binomio es mi religión, una religión sencilla.
La ingeniería política colombiana y la ingeniería automotriz de la Peugeot
Primo Rojas 29 de octubre de 2021
1. En el mismo año que se firma la declaración de independencia de la Nueva Granada de la Corona Española, 1819, la Sociedad Francesa para la Fabricación de Vehículos, PEUGEOT, inicia sus labores fabricando bicicletas, las bicicletas, las motocicletas y los automóviles que produce la PEUGEOT en la actualidad, son el resultado de una evolución científica y tecnológica constante, informada y ambiciosa, con un propósito muy sencillo: crear máquinas con un hermoso diseño y una ingeniería totalmente confiable. Podemos decirlo de otra manera: la empresa PEUGEOT-CITROEN (la empresa se amplió) se ha movido desde su origen con un lúcido y permanente propósito de perfección. Un automóvil, una motocicleta o una bicicleta con la marca PEUGEOT, llevan al usuario con seguridad integral a buen destino. La altísima calidad de sus máquinas, hace de la delicada operación de transporte de seres humanos por vía terrestre, un asunto seguro, muchas veces divertido y no pocas veces inspirador. Las personas que conducen un vehículo PEUGEOT, van en compañía de un colaborador muy confiable, que responde a las indicaciones de aceleración, freno, cambio y dirección con una precisión admirable. Un último modelo PEUGEOT-CITROEN, vendrá siempre con aspectos mejorados, funciones perfeccionadas y novedades ingeniosas, y todo jugando a favor del factor más importante del proceso de fabricación de esos espléndidos aparatos: el usuario.
2. Las leyes que desde 1819 se han dictado en Colombia, y hablamos de leyes como sistema integral, no han tenido la misma confiable evolución tecnológica. De hecho, sustancialmente, no han tenido evolución alguna, y esto por una razón elemental: las leyes escritas a favor de los ciudadanos desde la fecha hasta el día de hoy, por su naturaleza, no garantizan nada, precisamente porque no pasan de ser leyes ESCRITAS, con la misma fuerza para influir en la realidad que los buenos deseos escritos en una tarjeta navideña. Una ley sólo es real cuando se cumple. Lo demás es algodón de azúcar. Y en tal sentido, las leyes fundamentales de Colombia tienen vocación ficticia. Ya lo decía una lúcida y encantadora profesora de derecho constitucional: Si nos atenemos a lo que está escrito en la Constitución, ese documento, de deslumbrantes luces retóricas, más que una Constitución, parece un árbol de navidad, armado y adornado con las más bellas palabras que a cualquier ser humano civilizado le encantaría oír: HAY REGALOS PARA TODOS, sin distinción de clase, de sexo, etnia, credo religioso o equipo de fútbol favorito. Desde el colombiano más encumbrado hasta el colombiano más gamín, según lo escrito en la Constitución, tendríamos garantía técnica para ser felices, y la cosa debería funcionar así: TODOS LOS COLOMBIANOS que nos enfermemos, seremos atendidos en el marco de los protocolos de salud más exigentes, tales como la prioridad absoluta, cuidados intensivos dentro y fuera de la unidad, mimos tranquilizadores e infraestructura total, sin importar el tipo de enfermedad al que se enfrente el paciente (desde la cortada de un dedo hasta un trasplante de cerebro cuyo donante podría ser una tía), así de sencillo. El trabajo, por otro lado, bajo ningún pretexto, es algo que nos pueda robar horas de sueño a los colombianos, ya que la Constitución nos garantiza la libertad de escoger aquel que mejor se adapte a nuestra personalidad, a las altísimas expectativas salariales y aficiones inexploradas para los años de jubilación. La educación ha dejado de ser ese problema mezquino y humillante de ir solicitando cupo en la primaria, la secundaria y mucho menos en la universidad, donde los jóvenes tienen como única preocupación, hacer una elección acertada del proyecto investigativo mejor acoplado a sus preferencias, curiosidad intelectual y sentido práctico de las cosas. En fin, lo único que le falta a la Constitución, es garantizarnos a todos los colombianos un noviazgo dulce y apacible, como preámbulo a un matrimonio largo, estable y feliz, cuyos gastos de la LUNA DE MIEL corran a cargo del Presidente de la República. Entonces, ¿cuál es el problema?
3. El problema es que escribir las leyes no es ningún problema, como lo acabamos de ver. El problema es aplicarlas. Por más lúcida y bellamente que hayan sido concebidas y escritas, si hay ineptitud o mala fe por parte de los encargados de hacerlas efectivas (y de paso llenarnos de alegría a nosotros los ciudadanos), como por acción de un soplo mágico y perverso se esfuman, dejan de existir.
4. Hay un antiguo proverbio que dice que el papel lo aguanta todo, y se puede aplicar a la ley escrita. ¿Cuál es el verdadero problema a resolver para que una ley escrita se convierta en una ley real? Ese problema se llama REGLAMENTACIÓN, y el hecho de que en nuestra sociedad se considere un problema, quiere decir que, en nuestra sociedad, algo relacionado con la ley anda muy mal, y como sociedad nos está aniquilando. Y si algo anda mal, es porque en el proceso de reglamentación, el proceso de echar a andar la ley, hay mucho, pero mucho dinero, y mucho de los encargados de ese proceso (hay personas incorruptibles y ejemplares que por fortuna no participan), tienen una mente degradada y una codicia desbocada y entonces se lo quieren apropiar, y se lo apropian. Pero resulta que ese dinero nos pertenece, nos pertenece. A nosotros, todos los colombianos, grandes y chiquitos, todos. El despojo por parte de estos seres fracasados es tan grande, que, de no existir, Colombia tendría un nivel de vida tan alto como el de Japón o Suecia. El saqueo de nuestro dinero es tan aterrador y los daños que produce tan espeluznantes, que parece increíble que tantos y tantos colombianos no hayamos perdido un ápice de la fe en nuestro país. No hay exageración alguna cuando se dice que Colombia, la nuestra, es uno de los países más ricos del mundo y entre muchos otros factores, por afortunadísimos y esenciales: su fabulosa riqueza natural, y su fascinante riqueza cultural, que deja completamente anonadados a los extranjeros cultos e incultos cuando nos visitan. Ni Japón, ni Suecia, ni Holanda alcanzan a tener tal combinación de riquezas. Y sin embargo, de manera absurda, bandadas de jóvenes colombianos, para citar sólo un ejemplo, se matan por robar o no dejarse robar un celular,
y eso es algo que nos abruma a los colombianos, nos enerva, pero que ni siquiera roza a los fascinerosos que están en el origen de una degradación tan vergonzosa, entre muchas otras degradaciones impuestas por una realidad insensatamente desarticulada, y desarticulada por ellos. Y de ninguna manera estamos diciendo que se nos tenga que hacer o entregar todo. Es que esos sujetos no nos pueden permitir hacer nada, porque el caos es el único elemento en el que pueden prosperar, pues una sociedad próspera y justa, dentro de un orden amplio y flexible, es su perdición total, el fin de su miserable reino, porque esos sujetos reinan en demasiadas estancias y funciones del Estado.
5. Es comprensible entonces que los colombianos no nos alegremos cuando nos enteramos de un nuevo megaproyecto de cien mil millones de dólares, sino que comencemos a temblar de pavor. Sentimos el rugido del demonio soltando a sus bandadas de secuaces para que salten y claven sus inmundas garras sobre el botín. ¿Tremendista? No hay otra manera de describirlo. Y es que en ese preciso instante, cuando se roban el ochenta por ciento del dinero destinado a ese proyecto, miles y miles y miles de ciudadanos colombianos acaban de ser condenados a una vida de miseria, de pobreza y mediocridad, como si una maldición y un castigo nos hubieran sido impuestos a la vez por unos dioses airados cuya decisión no entendemos. Por cuenta de esa rapiña, a la vez desaparecen escuelas futuristas, hospitales de vanguardia, centros de protección y potenciación de la infancia, universidades afincadas sobre un poderoso sentido de la realidad (no esos pinches negocios de garaje), y laboratorios de investigación de los cuales saldrían cosas tan desaforadamente interesantes, producto de las más depuradas inteligencias, que llenarían de asombro y felicidad al mundo, sin la menor duda. En cambio, de todo eso ahí están los políticos. De izquierda, de derecha, de centro, de centro-izquierda, de centro-derecha, de liberalismos o conservatismos reverdecidos y todas esas pamplinadas que no significan absolutamente NADA, porque esos cochambres, esos ripios ideológicos ya eran caducos e inútiles a finales del siglo diecinueve (XIX), y todos atribuyéndose los derechos de hablar en nombre del pueblo, a favor del pueblo y para le pueblo, esa manera caduca, desvaída e inexacta de referirse irrespetuosamente a las personas como si pertenecieran a un club de desvalidos, una palabra con base en la cual se organizaron las dos más grandes catástrofes humanas del siglo veinte (XX), de izquierda y de derecha, y me refiero al comunismo y al nazismo. Todos sabemos a estas alturas de la historia, que lo único que respalda a un ser humano frente a otros seres humanos, es su impecable corrección unida indisolublemente a su nombre. Las personas son honradas y correctas, o no lo son. Lo demás amigos, es mierda.
6. ¿Porqué se produce una diferencia tan abismal entre la efectividad empresarial de la fábrica PEUGEOT y la aplicación de las leyes en Colombia? La respuesta es tan sencilla como el agua. La fábrica PEUGEOT, desde el principio, estuvo manejada por ingenieros, técnicos, obreros y personal administrativo con una altísima calificación profesional, apasionados por perfeccionar sus productos en beneficio del usuario. Tienen muy claro en su mente para qué y a quien va dirigido su trabajo. Y esa admirable labor concertada fue y sigue siendo, más que la económica, el origen de su satisfacción más profunda. Es decir, es lo más alejado del Congreso de la República de Colombia, y este es un conocimiento cierto, doloroso y ciertamente humillante para nosotros los colombianos.
7. Una ley, en su sentido verdadero y profundo, no es simplemente algo escrito. Es un poderoso sistema que comprende desde su concepción y redacción, pasando por su promulgación y reglamentación hasta llegar a su aplicación real, efectiva y funcional, abrochada con la certeza de su perdurabilidad en el tiempo. Es la ley cuando nos toca, nos envuelve y nos permite experimentar y proyectar cosas buenas en nuestra vida. La ley concebida (así suene cursi), como la más querida de nuestras amigas sin importar su temperamento drástico.
8. En Colombia, lamentablemente, ese poderoso sistema llamado LA LEY, a diferencia de lo que sucede en la PEUGEOT, no está en manos de un pulcro equipo de ingenieros y sus excelentes colaboradores, sino en manos de políticos (con esas valerosas y valiosísimas excepciones que injustamente conocemos con el mismo nombre), unos sujetos con bajísimas o nulas capacidades y destrezas profesionales, y por tanto, desconocedores oficiosos de las rigurosas responsabilidades y maravillosas posibilidades del derecho constitucional como materia viva y de cuyo manejo, dicho en términos sencillos, depende el destino de la nación, la vida de nosotros los ciudadanos, los seres humanos que damos sentido a esa nación y realidad a esa ciudadanía. En consecuencia, el manejo de la ley es un deber sagrado para aquellos a quienes se encomienda. No obstante, la mayoría de esos individuos y los colombianos lo sabemos con certeza, son el resultado de una vida emocional e intelectual fracasada, sustentada por chapuceras experiencias académicas y un severo y grave analfabetismo espiritual, al punto que sólo pueden entender la palabra LEY como la más baja y repulsiva manera de apoderarse de un dinero que no les pertenece, porque nos pertenece a nosotros (esto del dinero hay que repetirlo muchas veces) los colombianos, y por tanto un dinero que sin el menor pudor o disimulo nos roban a nosotros, con hijos, nietos y bisnietos a bordo y los que esperan turno, como un día lo hicimos nosotros, en el porvenir, creando una angustiosa e insoportable inestabilidad en el ambiente, en nuestras vidas, y todo por el mero capricho de esos fracasados de hacerse ricos sin tener que trabajar, es decir que, objetivamente, estamos hablando de una escoria humana. Y ese es el problema que en esencia genera todos los demás, o como lo decía el cantante Roberto Carlos en un contexto muy hermoso y por completo diferente, el grave problema que debemos resolver.
CODA
Si la empresa PEUGEOT hubiese empleado la metodología de los políticos colombianos para administrar la ley como una realidad sistémica desde 1819, hoy no existirían los automóviles PEUGEOT, no existirían las motocicletas PEUGEOT, y sólo se estarían produciendo a media marcha las mismas bicicletas de 1819, sin cadenas de transmisión, sin neumáticos, sin frenos, sin luces y toscamente ensambladas con metales muy pesados, porque esa empresa hipotética y fracasada, estaría todavía a años luz de descubrir la cadena, los cambios de velocidad en la bicicleta, no sabría qué es un automóvil, y no digamos ya el motor eléctrico y la fibra de carbono. No sería la PEUGEOT, y estaría más cerca de nuestro congreso de la república (que en verdad no es nuestro ni queremos que los sea), del CONGRESO de esta dolorida pero inmensamente amada República de Colombia, la única y la nuestra, tan nuestra como todo el universo.
LA AVENTURA MUTANTE
Primo Rojas 29 de octubre de 2021
1.Cuando inicié mi aventura en el humor a los doce años de edad, mi único objetivo era hacer reír a mi padre y a mis hermanos, después de comer, en uno de los cuartos de la casa y a mis compañeros de clase en el salón al día siguiente. Después de un mes inventé una disculpa y suspendí el humor en la casa (un monólogo sin fin) por razones de comodidad: hacer reír al papá y a los hermanos noche tras noche, puede ser agotador cuando deja de ser diversión, y se convierte en una tortura. Pero aprendí una cosa importante: en determinados momentos el humor en vivo y en directo puede ser más atractivo que el televisor.
2. Circunscribí mi humor a los límites estrictos del salón de clase. Fuera de las clases no actuaba. Durante todo el bachillerato ningún miembro de mi familia o mis amigos del barrio, ni siquiera mis hermosísimas novias, sospecharon que mi único interés al asistir al colegio, era atender mi compromiso de ser el payaso del salón. Desde el primer instante fue una vocación absorbente y difícil de sostener. Pero una vocación verdadera, lo decía Santa Teresa de Jesús, es un mandato divino y no se puede desobedecer sin contrariar a Dios y decepcionar al destino. Ser el payaso del curso, en mi época y en mi colegio, tenia un carácter religioso pagano: era un sacerdocio designado por los dioses, único y sagrado. No podía haber dos.
3. Ser el payaso del curso demandaba en aquella época tres cosas. Primero, concentración total en lo que el profesor dijera sobre el escenario, cosa que yo cumplía, salvo en las clases de cálculo. Segundo, percibir lo que los demás alumnos estuvieran sintiendo por la expresión de su rostro y movimientos de su cuerpo, que generalmente era aburrimiento y tercero, como en la cacería, que no practico, saber el momento exacto de hacer el disparo con un apunte o comentario chistosos y una desfachatez olímpica. Hay que anotar que, para esto último, a diferencia de lo que ocurre en la cacería, había que tener valor, pero valía la pena intentarlo: cuando se produce una explosión de risa en un salón de clases, sólo lo importante y sólido sobrevive: lo demás, queda convertido en polvo, y de ahí, que ser el payaso del curso fuera un oficio tan peligroso.
4. Siempre he creído que hacer reír es la cosa mas fácil del mundo, y mas aún en un país como el nuestro donde los colombianos, porque nos encanta, estamos siempre dispuestos para el chiste. Y los colombianos somos en verdad muy chistosos, incluso donde no deberíamos serlo, cosa que no se puede decir de un ruso, un chino o un cubano (de la isla). A lo largo del bachillerato, como lo había planeado, hice reír a unos condiscípulos impacientes por reír de cualquier cosa, en las clases donde el chiste era posible. Pues había unas donde los profesores me lo tenían expresamente prohibido, y yo he respetado desde niño profundamente a mis profesores y, por lo tanto, me abstenía de hacer reír. Era el caso de la clase de cálculo, impartida por un sacerdote alemán, anciano e iracundo, del cual sus alumnos descubrimos que su método de enseñanza era una reliquia del nacismo, cuyo instrumento pedagógico preferido era el terror, de manera tal que, aún habiendo querido habría sido imposible hacer un chiste en su clase, no tanto por el temor a caer en manos de la Gestapo, sino por el desconocimiento total de la materia, pues solo tres chupas de las S.S. la dominaban con solvencia, y así (es una pregunta que mantiene su validez), ¿cómo hacer un chiste de lo que no se conoce, no se ha conocido, ni se conocerá jamás? De tal situación aprendí una lección que el tiempo ha ratificado: a mayor conocimiento, más posibilidades de hacer reír, y con la misma precisión de una operación de cálculo.
5. La razón para ejercer el humor solo en el salón de clases tiene una explicación sencilla: ser el payaso del salón tiene una relación directa con el conocimiento. Ser el bufón permanente de la corte, tiene como único propósito congraciarse servilmente con el rey, y eso es agotador y estúpido, y hace que pensar sea imposible.
6.El bachillerato terminó, ingresé a la universidad, a la facultad de derecho por imposición de mi padre y a la de antropología por decisión mía, y en ese tiempo que estuve estudiando leyes y nociones elementales de la evolución humana, guardé el humor en el desván, no volví a hacer chistes en clase y me sumí en el silencio, uno de los estados más fascinantes que pueda experimentar el ser humano. Pasado un tiempo, abandoné la antropología, luego el derecho y me puse a estudiar teatro, para gran consternación de mis padres, extensiva a mis novias más conservadoras y formales, que decían: “Un abogado pasa, un antropólogo, de alguna manera es pasable, pero un payaso, ni cagando”. Mis padres no volvieron a dirigirme la palabra durante diez años, me daban algo de dinero, pero se negaban a hablarme. Debo reconocer, sin embargo, que es uno de los mejores negocios en los que he participado.
7.En la escuela de teatro retomé el humor, no como simple recurso para romper el ambiente claustrofóbico de las clases, sino como materia de estudio. Ahora, hacer reír ya no era importante, como sí reírme de las barrabasadas que decían mis compañeros de clase cuando tomábamos cerveza en el bar de los chinos, al salir de la escuela. Y fue entonces, cuando una noche inolvidable, por invitación de un profesor, tuve la oportunidad de ver a Dario Fo en el escenario del Teatro Colón presentando el “Misterio bufo”. Fue un acontecimiento definitivo que me brindó una luz de largo alcance y me llenó de inmenso regocijo. Jamás había reído de una manera tan especial en mi vida. Allí habían unas claves que yo conocía, pero de las cuales desconocía su importancia. Esa noche comprendí muchas cosas inspiradoras viendo al maestro italiano, pero también comprendí algo intimidante, y es eso que Truman Capote aclara en el prólogo de su libro “Música para camaleones”: la diferencia entre hacer reír y el arte verdadero. Y ahí, en ese instante, lo chistoso se acabó. Comprendí la diferencia entre el chiste y el humor, y la validez de ambos, solo que, en el humor se desbarajusta el mundo, mientras que en el chiste se rompe un huevo sobre la cabeza de un güevón, dicho metafóricamente. Borges, por ejemplo, no es chistoso, pero es uno de los mejores humoristas de todos los tiempos, de igual manera que la señorita Jane Austin (1775 - 1817) mantiene su humor con tan solo unas jóvenes heroínas de buena familia, cuyo único atractivo físico es una belleza discreta, y cuyas únicas destrezas marciales son una buena educación y una refinada inteligencia. Entonces me hice la pregunta de Perogrullo: ¿Cómo encontrar una forma de hacer reír que unifique la sutileza y elegancia de Borges y de Austin, con la gracia chispeante de mis amigos cuando bebemos cerveza? Y en ese momento fue cuando llegaron el cemento y los ladrillos y tuve que ponerme a trabajar: la clave estaba en unir la alta cultura con la cultura popular.
8. La alta cultura siempre ha tenido el oscuro prestigio de ser fría, intelectual y despótica, mientras la cultura popular, la callejera, ha tenido la mala fama de ser bulliciosa, desordenada, grosera y carente de profundidad en todo lo que hace. Las dos interpretaciones no pasan de ser caricaturas extremas. Ni la alta cultura es esa sofisticada arpía encerrada en su torre de marfil, ni la cultura popular es esa muchachita grosera que vive improvisando espectáculos de mal gusto, por el puro placer de molestar a las personas decentes. Es erróneo decir que las dos culturas ocupan posiciones antagónicas e irreconciliables, y decirlo, es solo una forma taxonómica de la estupidez. Hay reinas capaces de acallar a punta de procacidades regias y madrazo limpio al mas curtido de los gamines de San Victorino, como fue el caso de Isabel I de Inglaterra, la patrocinadora del Siglo de Oro de la alta cultura inglesa, y hay madrecitas humildes, dueñas de tan alta majestad, que harían morir de vergüenza a la mismísima reina de Inglaterra por decir tantas groserías. Si yo lograba sacar un producto con base en tales presupuestos, debía ser uno que en química se conoce como la combinación perfecta, y en biología como una simbiosis integrada. ¿Difícil?, por supuesto.
9. Y empezó la dura brega de echar cemento y pegar ladrillo, obedeciendo a un plano que yo consideraba confiable: en el teatro clásico los puntos de apoyo fundamentales son el texto y la actuación. Un desequilibrio entre los dos puede ser fatal. Curiosamente, en el teatro un texto no muy bueno puede ser salvado de la deshonra por una actuación excepcional. En cambio, el más perfecto de los textos puede ser arruinado por una actuación mediocre. Como yo era el encargado de producir el texto y hacer la actuación, sabía que esos dos elementos debían tener la fortaleza y flexibilidad de una vara de garrocha para dar el salto. Texto y actuación. Quería hacer algo raro con los elementos más tradicionales, sólidos y conocidos del teatro occidental. Y algo importante: no buscaba una obra específica, sino un método de creación y un estilo. Al principio pensé que era cuestión de unos meses, pero luego hube de rectificar el cálculo a 15 años, y aún así, me quedé corto. Fueron años de demencial experimentación en salas de teatro, auditorios universitarios, plazas, bares, cantinas infames, ancianatos, frenocomios, bodas, bautizos e incluso reuniones de familia donde se junta todo lo anterior. Tampoco descuidaba un solo año hacer una temporada en una sala de teatro convencional. Hubo momentos de total oscuridad y desasosiego, por supuesto, pero con la terquedad del minero daba el último golpe con la pica a la dura piedra, y volvía a brotar el agua.
10. Lo resultados parciales del proyecto, y de acuerdo a comentarios llegados a la casa matriz hechos por amables personas que han visto parte del mismo, hablan de un trabajo delicadamente culto envuelto en un precioso empaque popular que les ha hecho pasar momentos deliciosos y efusivos, que guardan como un precioso tesoro en el baúl de su memoria, junto al primer regalo del niño Dios, la primera comunión y el primer beso en la boca. No sé muy bien que pueda significar eso, pero intuyo que no se trata de una apreciación deshonrosa. Mientras tanto, sigo con el pico en una mano y la linterna en la otra, dando golpes a la roca en este oscuro socavón, hasta que Dios en su infinita sabiduría nos otorgue el tan anhelado, necesario y merecido privilegio de descansar.
SOBRE EL HUMOR
Primo Rojas 29 de octubre de 2021
Se me preguntaba alguna vez si el humor educa. Y yo respondí lo que creo saber: no, el humor divierte.
La diferencia consiste en que la educación, y me refiero a la educación esencial, no a la académica, está en manos única y exclusivamente de los padres. Desde luego que esa educación puede y debe tener muchos aspectos divertidos, pero la diversión no es la norma y mucho menos el único objetivo.
Pues sucede que esa educación esencial, tiene una obligación irrenunciable y sagrada: la formación de seres humanos inteligentes, sensibles y cumplir esa obligación nunca ha sido tarea fácil.
Eso hace que muchas veces esa educación sea austera, a veces dura, a veces cruel y no en el sentido de sadismo, sino de rigor, pero, en cualquier caso, nunca tiránica o estúpida. Y para ello, el amor siempre ha de estar ahí, guiando a los padres en el tránsito por esa difícil pero hermosa jungla.
No obstante, y curiosamente, el humor si tiene un efecto maravilloso sobre las personas decentes, vale decir, pulcramente educadas: perfecciona con exquisita diversión, la educación ya recibida.
PDTA. Desde luego, si el humorista es decente; y si es ñero, las personas decentes sabrán como envolverlo en su ternura, para que su mala educación no haga tanto daño. Je.
BORGES, EL PAJARO LOCO Y LA DECADENCIA
Primo Rojas 29 de octubre de 2021