1. En mi niñez, uno de los errores más extendidos era confundir la inteligencia con la razón. La persona inteligente era una persona obsesivamente racional, y los que no lo éramos, no éramos inteligentes.
Una persona inteligente era como una especie de señor Spock sin su inteligencia y su encanto.
2. Creíamos que para ser inteligente debíamos crecer y volvernos unas implacables máquinas de raciocinio. En nuestro pequeño mundo de entonces los niños racionales e inteligentes, eran aquellos que nunca le decían mentiras a la mamá y le borraban el tablero a los profesores y nunca jugaban con los niños ordinarios en la calle.
Ser inteligente y racional significaba entonces ser un chupa-medias. ¿Y qué niño o niña inteligente quería lamer traseros para volverse inteligente de una manera tan irracional?
3. Vivíamos tristes por no poder resolver el dilema. Queríamos ser inteligentes, pero no queríamos besar traseros.
La adolescencia vino en nuestro rescate. Descubrimos que los chupamedias y lametraseros no eran inteligentes y mucho menos racionales porque no tenían novia y cada día se volvían más feos. Mientras los chupamedias recitaban de memoria las lecciones frente a los profesores, nosotros en los puestos de atrás besábamos apasionadamente en la boca y con lengua a nuestras condiscípulas (era un mundo machista), ahogados de felicidad en un torbellino de la irracionalidad más pura.
4. Cuando paramos de besarnos, comenzábamos a reírnos al escuchar la monótona voz del chupamedia de turno y ver nuestros labios hinchados y rojos y entender, en ese instante, que nosotros, a fuerza de besarnos, habíamos aprendido una lección más importante que la que estaba recitando el lametraseros al profesor como quien está delatando sus amigos a los miembros de la Gestapo. Habíamos aprendido que el amor, iba de la mano con el sentido del humor, como una pareja inseparable.
5. Todos nos enamoramos de la persona que después amamos, por dos cosas: su belleza y su sentido del humor. Es imposible separar esas dos cualidades. Donde hay sentido del humor el amor prospera, y donde no hay sentido del humor el aburrimiento y la tristeza en poco tiempo lo devoran todo.
6. El amor como el sentido del humor, más que hechos específicos, son actitudes frente a la vida y una vez asumidas nos acompañan todo el tiempo. Con lluvia o sol, las dos están ahí. En las horas oscuras como en las horas de luz, ahí están, y terminan convirtiéndose en una cualidad adquirida y perfeccionada que incorporamos a nuestro ADN como una tercera hélice para orientarnos en la vida.
7. La simbiosis del amor y del humor es la expresión más perfecta de la inteligencia. Todo amor como todo buen sentido del humor son por naturaleza inteligentes. Esa simbiosis nos preserva hasta donde es posible de ser estúpidos.
Esa simbiosis es el descubrimiento que mas humaniza al ser humano. Todos recordamos con desbordante sentido del humor el detalle más hermoso y más ridículo de nuestro padre y el regaño más repetitivo de nuestra madre.