3. El problema es que escribir las leyes no es ningún problema, como lo acabamos de ver. El problema es aplicarlas. Por más lúcida y bellamente que hayan sido concebidas y escritas, si hay ineptitud o mala fe por parte de los encargados de hacerlas efectivas (y de paso llenarnos de alegría a nosotros los ciudadanos), como por acción de un soplo mágico y perverso se esfuman, dejan de existir.
4. Hay un antiguo proverbio que dice que el papel lo aguanta todo, y se puede aplicar a la ley escrita. ¿Cuál es el verdadero problema a resolver para que una ley escrita se convierta en una ley real? Ese problema se llama REGLAMENTACIÓN, y el hecho de que en nuestra sociedad se considere un problema, quiere decir que, en nuestra sociedad, algo relacionado con la ley anda muy mal, y como sociedad nos está aniquilando. Y si algo anda mal, es porque en el proceso de reglamentación, el proceso de echar a andar la ley, hay mucho, pero mucho dinero, y mucho de los encargados de ese proceso (hay personas incorruptibles y ejemplares que por fortuna no participan), tienen una mente degradada y una codicia desbocada y entonces se lo quieren apropiar, y se lo apropian. Pero resulta que ese dinero nos pertenece, nos pertenece. A nosotros, todos los colombianos, grandes y chiquitos, todos. El despojo por parte de estos seres fracasados es tan grande, que, de no existir, Colombia tendría un nivel de vida tan alto como el de Japón o Suecia. El saqueo de nuestro dinero es tan aterrador y los daños que produce tan espeluznantes, que parece increíble que tantos y tantos colombianos no hayamos perdido un ápice de la fe en nuestro país. No hay exageración alguna cuando se dice que Colombia, la nuestra, es uno de los países más ricos del mundo y entre muchos otros factores, por afortunadísimos y esenciales: su fabulosa riqueza natural, y su fascinante riqueza cultural, que deja completamente anonadados a los extranjeros cultos e incultos cuando nos visitan. Ni Japón, ni Suecia, ni Holanda alcanzan a tener tal combinación de riquezas. Y sin embargo, de manera absurda, bandadas de jóvenes colombianos, para citar sólo un ejemplo, se matan por robar o no dejarse robar un celular,y eso es algo que nos abruma a los colombianos, nos enerva, pero que ni siquiera roza a los fascinerosos que están en el origen de una degradación tan vergonzosa, entre muchas otras degradaciones impuestas por una realidad insensatamente desarticulada, y desarticulada por ellos. Y de ninguna manera estamos diciendo que se nos tenga que hacer o entregar todo. Es que esos sujetos no nos pueden permitir hacer nada, porque el caos es el único elemento en el que pueden prosperar, pues una sociedad próspera y justa, dentro de un orden amplio y flexible, es su perdición total, el fin de su miserable reino, porque esos sujetos reinan en demasiadas estancias y funciones del Estado.
5. Es comprensible entonces que los colombianos no nos alegremos cuando nos enteramos de un nuevo megaproyecto de cien mil millones de dólares, sino que comencemos a temblar de pavor. Sentimos el rugido del demonio soltando a sus bandadas de secuaces para que salten y claven sus inmundas garras sobre el botín. ¿Tremendista? No hay otra manera de describirlo. Y es que en ese preciso instante, cuando se roban el ochenta por ciento del dinero destinado a ese proyecto, miles y miles y miles de ciudadanos colombianos acaban de ser condenados a una vida de miseria, de pobreza y mediocridad, como si una maldición y un castigo nos hubieran sido impuestos a la vez por unos dioses airados cuya decisión no entendemos. Por cuenta de esa rapiña, a la vez desaparecen escuelas futuristas, hospitales de vanguardia, centros de protección y potenciación de la infancia, universidades afincadas sobre un poderoso sentido de la realidad (no esos pinches negocios de garaje), y laboratorios de investigación de los cuales saldrían cosas tan desaforadamente interesantes, producto de las más depuradas inteligencias, que llenarían de asombro y felicidad al mundo, sin la menor duda. En cambio, de todo eso ahí están los políticos. De izquierda, de derecha, de centro, de centro-izquierda, de centro-derecha, de liberalismos o conservatismos reverdecidos y todas esas pamplinadas que no significan absolutamente NADA, porque esos cochambres, esos ripios ideológicos ya eran caducos e inútiles a finales del siglo diecinueve (XIX), y todos atribuyéndose los derechos de hablar en nombre del pueblo, a favor del pueblo y para le pueblo, esa manera caduca, desvaída e inexacta de referirse irrespetuosamente a las personas como si pertenecieran a un club de desvalidos, una palabra con base en la cual se organizaron las dos más grandes catástrofes humanas del siglo veinte (XX), de izquierda y de derecha, y me refiero al comunismo y al nazismo. Todos sabemos a estas alturas de la historia, que lo único que respalda a un ser humano frente a otros seres humanos, es su impecable corrección unida indisolublemente a su nombre. Las personas son honradas y correctas, o no lo son. Lo demás amigos, es mierda.
6. ¿Porqué se produce una diferencia tan abismal entre la efectividad empresarial de la fábrica PEUGEOT y la aplicación de las leyes en Colombia? La respuesta es tan sencilla como el agua. La fábrica PEUGEOT, desde el principio, estuvo manejada por ingenieros, técnicos, obreros y personal administrativo con una altísima calificación profesional, apasionados por perfeccionar sus productos en beneficio del usuario. Tienen muy claro en su mente para qué y a quien va dirigido su trabajo. Y esa admirable labor concertada fue y sigue siendo, más que la económica, el origen de su satisfacción más profunda. Es decir, es lo más alejado del Congreso de la República de Colombia, y este es un conocimiento cierto, doloroso y ciertamente humillante para nosotros los colombianos.
7. Una ley, en su sentido verdadero y profundo, no es simplemente algo escrito. Es un poderoso sistema que comprende desde su concepción y redacción, pasando por su promulgación y reglamentación hasta llegar a su aplicación real, efectiva y funcional, abrochada con la certeza de su perdurabilidad en el tiempo. Es la ley cuando nos toca, nos envuelve y nos permite experimentar y proyectar cosas buenas en nuestra vida. La ley concebida (así suene cursi), como la más querida de nuestras amigas sin importar su temperamento drástico.
8. En Colombia, lamentablemente, ese poderoso sistema llamado LA LEY, a diferencia de lo que sucede en la PEUGEOT, no está en manos de un pulcro equipo de ingenieros y sus excelentes colaboradores, sino en manos de políticos (con esas valerosas y valiosísimas excepciones que injustamente conocemos con el mismo nombre), unos sujetos con bajísimas o nulas capacidades y destrezas profesionales, y por tanto, desconocedores oficiosos de las rigurosas responsabilidades y maravillosas posibilidades del derecho constitucional como materia viva y de cuyo manejo, dicho en términos sencillos, depende el destino de la nación, la vida de nosotros los ciudadanos, los seres humanos que damos sentido a esa nación y realidad a esa ciudadanía. En consecuencia, el manejo de la ley es un deber sagrado para aquellos a quienes se encomienda. No obstante, la mayoría de esos individuos y los colombianos lo sabemos con certeza, son el resultado de una vida emocional e intelectual fracasada, sustentada por chapuceras experiencias académicas y un severo y grave analfabetismo espiritual, al punto que sólo pueden entender la palabra LEY como la más baja y repulsiva manera de apoderarse de un dinero que no les pertenece, porque nos pertenece a nosotros (esto del dinero hay que repetirlo muchas veces) los colombianos, y por tanto un dinero que sin el menor pudor o disimulo nos roban a nosotros, con hijos, nietos y bisnietos a bordo y los que esperan turno, como un día lo hicimos nosotros, en el porvenir, creando una angustiosa e insoportable inestabilidad en el ambiente, en nuestras vidas, y todo por el mero capricho de esos fracasados de hacerse ricos sin tener que trabajar, es decir que, objetivamente, estamos hablando de una escoria humana. Y ese es el problema que en esencia genera todos los demás, o como lo decía el cantante Roberto Carlos en un contexto muy hermoso y por completo diferente, el grave problema que debemos resolver.
CODA
Si la empresa PEUGEOT hubiese empleado la metodología de los políticos colombianos para administrar la ley como una realidad sistémica desde 1819, hoy no existirían los automóviles PEUGEOT, no existirían las motocicletas PEUGEOT, y sólo se estarían produciendo a media marcha las mismas bicicletas de 1819, sin cadenas de transmisión, sin neumáticos, sin frenos, sin luces y toscamente ensambladas con metales muy pesados, porque esa empresa hipotética y fracasada, estaría todavía a años luz de descubrir la cadena, los cambios de velocidad en la bicicleta, no sabría qué es un automóvil, y no digamos ya el motor eléctrico y la fibra de carbono. No sería la PEUGEOT, y estaría más cerca de nuestro congreso de la república (que en verdad no es nuestro ni queremos que los sea), del CONGRESO de esta dolorida pero inmensamente amada República de Colombia, la única y la nuestra, tan nuestra como todo el universo.